viernes, 25 de septiembre de 2009

LA ERA DE LA ESTUPIDEZ

Es el título de la película que el día 22 se estrenó en un gran número de ciudades en todo el mundo, una llamada más de atención sobre el desastre que nos aguarda si no tomamos medidas eficaces y urgentes para frenar el calentamiento global. Situada en el año 2055, en ella un superviviente de la catástrofe se pregunta por qué no se hizo lo necesario para evitar el desastre cuando aún estábamos a tiempo.
Si hacemos caso a quienes opinan que la estupidez inherente al ser humano lo lleva a tomar siempre las peores decisiones posibles, ese escenario apocalíptico es casi seguro. Pero pensemos o no tan radicalmente sobre nuestra inteligencia, no podemos dejar de observar rasgos de estupidez muy profunda en nuestro comportamiento, especialmente en el de los que rigen nuestros destinos desde los gobiernos, sea porque la selección negativa ahí los ha situado o porque responden al del humano medio que los ha elegido. La estupidez adopta en este caso diversas formas: La de los intereses económicos cortoplacistas, la de la demagogia grandilocuente y la de la negación.
Ejemplo de la primera son las reticencias de los países ricos a ayudar a los países en desarrollo a frenar sus emisiones o a compensarlos por dejar de deforestar, o la escasa implantación de medidas fiscales como la tasa sobre el carbono, que pocos países han adoptado. De la segunda hemos tenido alguna muestra en la reciente cumbre de la Asamblea de Naciones Unidas: Si el discurso de Obama es impecable en sus buenas intenciones, no lo es en cuanto a compromisos reales y en cifras. Tal vez los guarda para la próxima cita de Diciembre en Copenhague sobre cambio climático o tal vez no está EE.UU dispuesto a poner en riesgo su crecimiento económico asumiendo compromiso alguno. De momento, China, que se ha convertido desde 2008 en el primer emisor de CO2, ha avanzado un compromiso de reducir notablemente sus emisiones para 2020 por unidad del PIB, por debajo de los niveles de 2005 y Japón, en un 25 por ciento, situándose por debajo de los niveles de 1990. Ambos países asiáticos han dado la impresión en Nueva York de estar más dispuestos a compromisos en este sentido.
También las palabras de Zapatero han ido en esta ocasión por delante de sus hechos. En su discurso afirma que el cambio climático será más devastador que la crisis, cosa que ya sabíamos, sin mencionar tampoco compromiso alguno, ni interno ni de ayuda a los países emergentes. El problema es que esa convicción que parece tener no ha orientado las políticas medioambientales que ha estado llevando a cabo, más bien parece que éstas han retrocedido o se mueven por caminos erráticos. La desaparición del Ministerio de Medio Ambiente, al frente del cual estaba una ministra con voluntad y conocimientos suficientes para llevar a cabo nuestros compromisos de reducción, fue un indicio de que ésta no era una prioridad de su gobierno. La integración de aquél en el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, cuya titular nunca ha expresado ni mostrado interés algunos en los asuntos medioambientales, era una señal clara de que el cambio climático y la contaminación no estaban en su agenda como asuntos importantes. Si ahora tiene intención de pasar de las palabras a los hechos, la Ley de Economía Sostenible que se prepara es una buena ocasión para poner en marcha medidas decisivas como la de una fiscalidad verde, con una tasa al carbono.
Otra forma de estupidez, la de la negación, aliada con frecuencia con la de los intereses económicos, es la más absurda. Existe unanimidad en la comunidad científica sobre un aumento peligroso de la temperatura terrestre y sobre la actividad humana como causa de éste. Las discrepancias se ciñen a valorar la rapidez de los cambios o los efectos concretos en una zona u otra del planeta. Existe unanimidad sobre la extinción acelerada de especies, sin parangón en la historia de la Tierra. Otro riesgo inmediato, como el de la sobrepoblación, reforzará el del cambio climático. Por eso me sorprende que el informe que ha dado a conocer de la FAO, donde nos habla de un 30 por ciento de aumento de la población mundial para 2050, se muestre moderadament optimista sobre la posibilidad de que hubiese alimentos para esos cerca de 10.000.000.000. No dice nada de darles coche y ropa a partir de derivados del petróleo. Con todos mis respetos para la FAO, algo no me cuadra aquí. No son negacionistas pero no creo que hayan extraído todas las consecuencias de la situación y las predicciones más fiables.
Concluyo: aliados de la estupidez, o elementos de la misma, son la codicia, el narcisismo, la mendacidad, la ignorancia. Tomar las decisiones sobre hechos ciertos, el mejor remedio.

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