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viernes, 18 de diciembre de 2015

QUE NADIE DECIDA POR TI

El título de esta entrada os recordará a algunos aquella canción de las primeras elecciones democráticas tras la dictadura, con la que se llamaba a la gente a votar, a no abstenerse. Lo cierto es que de cara a las elecciones del domingo 20 de diciembre, invitaros a decidir por cuenta propia es algo más que invitaros a acudir a las urnas; es, además,  recordaros que la oferta electoral es mucho más amplia que la preselección que los poderes fácticos (haberlos, haylos) han hecho para que elijamos entre cuatro opciones.

Para que haya calado en buena parte del electorado que esa oferta reducida es el total de la oferta, se han valido de artimañas que han convertido esta campaña en la más sucia y rastrera de la historia electoral de este país desde las primeras elecciones democráticas del 77. Una de ellas, vulnerar la legalidad para excluir a partidos con representación parlamentaria de los debates importantes de los medios de comunicación, como ha sido el caso de UPyD. No ha sido la única treta, por supuesto, ni la más importante. Estos episodios han sido parte de la estrategia global. La línea principal de la estrategia mediática para la exclusión de UPyD por parte de aquellos a quienes estorba este partido ha consistido en bombardearnos a través de los principales medios de comunicación con la idea de que la decisión gira en torno a cuatro opciones. ¿Cómo? Ignorando en la información y en los programas más populares a UPyD pese a ser una fuerza que cuenta con grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Método tan sencillo como eficaz. Por lo tanto,  tan perverso.

Pero no nos centremos solo en la campaña electoral. El acoso y derribo a UPyD se gesta hace casi dos años, cuando su intención de voto en las encuestas crecía sin parar, tras haber abierto brecha en el duro monolito del bipartidismo y estar dando muestras en el Congreso de los Diputados y en los ayuntamientos y comunidades autónomas en donde tenía presencia de que iba en serio con la regeneración democrática y amenazaba con ser alternativa. Y en los tribunales, dato muy importante, porque UPyD no se resigna a que el poder judicial sea un títere de los partidos. Por ello, la maquinaria del sistema comienza a idear la forma de sustituir el desgastado bipartidismo PP-PSOE por opciones que no fueran lesivas para los intereses particulares de los principales beneficiarios del tinglado.
Entonces comienza, con intensidad creciente, la maniobra de desembarco en el resto de España de Ciudadanos, que tenía representación en Cataluña, y, por otro lado, el crecimiento de Podemos, cuya principal víctima estaba llamada a ser IU, pero que también acabó siendo UPyD porque asumía también lo fundamental del mensaje regenerador de UPyD, aunque sin el planteamiento institucional de este sino desde el populismo y con una estética revolucionaria que conectaba con los más afectados por la crisis económica. Simultáneamente, se intensifica la campaña de desprestigio de UPyD, que se centra en deteriorar la imagen de su líder, Rosa Díez, que de ser la más valorada meses atrás, pasó a ser la más denostada.  La operación tiene su punto álgido en los primeros meses de este año, operación exitosa que produce deserciones y unos pésimos resultados en las elecciones andaluzas, municipales y autonómicas de la pasada primavera. Una de las principales armas de ese ejército tenebroso fueron las encuestas que respaldaban el diseño previo y tuvieron el efecto buscado de profecía autocumplida.

El siguiente paso era dar por muerto a UPyD de cara a las elecciones parlamentarias pero se olvidaron de un detalle: que UPyD no era una creación artificial, aunque se le hubieran pegado gente de poca solidez que fueron los primeros en desertar y buscarse un lugar al sol entre los elegidos. Precisamente porque existe solidez y dignidad en sus filas, UPyD ha hecho una campaña que podríamos llamar heroica, en el sentido savateriano de que la tarea del héroe consiste en seguir el camino más difícil.  Esa campaña ha tenido varios frentes: los recursos ante la Junta Electoral, alguno de los cuales se ha ganado, como el que obligaba a adelantar la hora del debate a 9 en la televisión pública, desde la madrugada a las 22 horas; la calle, nuestra principal baza desde el principio, donde la gente ha reconocido la labor institucional y judicial, esta última protagonizada de manera señalada por nuestro candidato, Andrés Herzog; la presencia en todos los medios a los que han invitado al partido, en todas los foros a los que nos han llamado y, por supuesto, la entrega de unos afiliados y simpatizantes que, tanto en redes sociales como en la calle,  sin medios, han estado a la altura del reto. Hemos roto la barrera del silencio y a lo largo de la campaña se ha producido un aumento de la intención de voto que hace prever una sorpresa el día 20. Porque mucha gente ya va entendiendo que UPyD es el cambio de verdad, no el de que todo cambie para que todo siga igual.

La imagen que me viene a la cabeza al pensar en la peripecia de UPyD en estos últimos años es la de esa planta que se resiste a ser enterrada bajo el asfalto o el hormigón y asoma orgullosa entre las losas bajo las que han querido sepultarla. Esa planta puede llegar a ser árbol el domingo. De ti depende. Míranos y si no nos votas, que sea por una decisión libre. Que no decidan por ti. 

lunes, 20 de septiembre de 2010

POR MÍ QUE NO QUEDE

Las jornadas que la Fundación Progreso y Democracia ha celebrado el pasado fin de semana en Gijón bajo el título “Las administraciones públicas. Viejos problemas y nuevos retos”, se han desarrollado con un intenso e interesante programa que ha trazado un diagnóstico exhaustivo de los problemas que sufren nuestras administraciones y avanzado soluciones a los mismos. Ha sido un programa denso, decía, pero no aburrido. Hemos disfrutado de brillantes ponentes que han hecho interesantes, a ratos divertidas, hasta las cuestiones más áridas.

No es mi intención resumir estos tres días de ponencias y debates, que me han ocupado muchas páginas de notas. Los que estén interesados pueden encontrar información amplia en el enlace http://jornadasgijon2010.wordpress.com/ pero sí quiero reflejar mi reflexión final sobre la acción que sigue, o debería seguir, al diagnóstico. De regreso a Madrid, venía dando vueltas a mis notas y, sobre todo, a la postura escéptica que algunos expresan sobre lo inevitable de muchas lacras. Me refiero a opiniones del estilo: “no se puede tocar el personal eventual(cargos de confianza)porque los partidos mayoritarios no lo van a tolerar”, o “es irreversible la situación de nuestro modelo territorial porque afecta a tales intereses o inercias” o el escepticismo total de “la realidad es la que es”. Este derrotismo parece partir de la premisa de que la voluntad de los otros cuenta más que la propia o de que la fuerza de lo establecido es superior a la de cualquier voluntad de cambiarlo. Entonces, me pregunto, ¿cómo se han producido los cambios sociales y políticos?, ¿no hemos mejorado nada desde el paleolítico? Si mi voluntad está ahí, será por algo. Estará determinada, claro, pero ha llegado a formarse en mí, es mía y no tengo por qué ignorarla dando vía libre o prioridad a las voluntades de otros. A ella me debo. No puedo postergar mi opinión y quedarme impasible porque es de mi acción de la que soy responsable y de la que me puedo, en consecuencia, pedir cuentas.

En éstas estaba, elaborando razones para la acción, cuando me acordé de la conversación con la que el profesor Fernando Jiménez comenzó su exposición sobre “Corrupción, transparencia y democracia”, que nos introdujo riendo en un tema muy serio. Se trata de un diálogo real, que consta en un sumario, entre un promotor que trata de corromper a un político recién llegado al cargo para que entre por el aro, con una serie de argumentos aplastantes, aplastantes para quien no tiene claro para qué se le ha elegido. Dos de los argumentos eran: “si tú no lo haces, lo hará otro” y “además, no te va a pasar nada”. Se me ocurrió entonces que estos argumentos del mafiosillo para inducir a delinquir, se podrían transformar para inducir a actuar a favor del cambio y del interés general a los que quieren cambiar las cosas, para enriquecer la democracia participando.

"Si tú no lo haces, otro lo hará", pero hará lo que le interesa para que las cosas sigan como están y no tendrá oposición que lo disuada o tendrá una oposición más débil si tú no te unes. Mientras desistimos de mejorar las cosas, otros seguirán actuando para que continúen como están o empeoren. La realidad no va sola; evoluciona por la acción de las personas. La tuya no vale menos. ¿Por qué permitir, entonces, que la voluntad de los que quieren mantener el estado de cosas predomine sobre la de quienes quieren cambiarlo?

“Y, además, no te va a pasar nada”, esto es, no te va a pasar nada malo y sí algo bueno por intentarlo. Al menos la satisfacción de pensar que por ti no ha quedado.