sábado, 15 de agosto de 2009

VERANEANDO EN SUECIA

La escritora Donna Leon no tenía su mejor día cuando, en un curso de la Universidad de verano Menéndez Pelayo, hizo unas declaraciones demoledoras sobre la novela Millennium, tras afirmar que no había terminado el primer libro. No es raro que hayan salido en tromba a descalificarla los aficionados a la saga de Larsson. Al fin y al cabo, ella es escritora de novela negra y ni sus libros ni los de Larsson son Gran Literatura, sino literatura para entretener, por lo que, desde ese punto de vista, la crítica sobra. Al parecer, hizo referencia a la amoralidad que trasluce la historia, lo que revela que no la ha leído. Estas desafortunadas declaraciones la han llevado a ser acusada de envidiosa del éxito de su colega porque, en pocos meses, se han vendido muchos más ejemplares de Millennium que los que ella lleva vendidos de sus muchos libros del comisario Brunetti.


Y es que, por mucho que nos guste el comisario Guido Brunetti y el marco veneciano en el que se desenvuelve, un personaje tan fascinante como el de Lisbeth Salander lleva todas las de ganar por su originalidad. La investigadora hacker de pasado turbulento, sociópata y superdotada, seduce pese a su inverosimilitud, como seduce al periodista Mikael Blonkvist, principal personaje representante del bien en el contexto de corrupción que la novela muestra. Asistimos así a un romance en el filo de lo imposible pero deudor de la tradición de la novela romántica, de hábilmente graduada tensión amorosa que nos hace recordar a Elizabeth Bennet y Mr. Darcy de "Orgullo y Prejuicio", por ejemplo, salvando todos los abismos de época y códigos de conducta y dejando a salvo la calidad literaria de Jane Austen, claro está. No se ve, pues, ese "agravio al amor humano, a las relaciones humanas", pues no "todos los contactos sexuales son violentos o fuera de límites". Si se refiere a las prácticas delictivas de los personajes del lado oscuro, están tan obviamente condenadas como para que no quede duda de que estamos ante una historia claramente moralizante. El ensalzamiento de la amistad, la lealtad, la progresiva socialización y rehabilitación sentimental de la protagonista, no dejan dudas sobre ello. Es cierto que el sexo, en los personajes del lado "claro", aparece como punto de partida en las relaciones más que de llegada y es en esto en lo que no sigue el patrón romántico al uso, pero se trata más de una desmitificación que de una banalización, como corresponde a una mentalidad que ha superado los patrones judeo-cristianos.


En línea con la temática de la novela negra, nos muestra las cloacas del paraíso sueco y constatamos que la violencia contra las mujeres siguen tan presentes en esta sociedad aparentemente igualitaria como en las consideradas tradicionalmente machistas. Esto ya nos lo había mostrado el inspector Wallander de Henning Mankell. La presencia recurrente de esta cuestión en la novela negra sueca es indicio de una toma de conciencia sobre el problema. Intuimos también que la solución legal dada al problema de la prostitución no está siendo un éxito y, en resumen, damos un paso más en el conocimiento de un país y una sociedad que está en muchos aspectos en el polo opuesto del nuestro pero con lacras que nos resultan conocidas. Todo ello en un estilo más periodístico que literario pero que, salvo algún fallo de traducción, es agradable de leer, sin peligro de pervertirse, y, viajando a través de las letras a latitudes más frescas, nos ayuda a sobrellevar este verano inclemente.

1 comentario:

BARBALTA dijo...

La trilogia no es que sea una maravilla pero ahi que reconocer que es amena y engancha , me gusto mas la primera parte que las otras dos aunque reconozco que el personaje de Salander es muy atractivo y puede ayudar a fomentar la lectura a los mas jovenes que falta nos hace.

Si este pais leyese y encima pensase seria la.....

Interesante el Modelo Sueco de Estado del Bienestar