Es hora de dejar la vida muelle y volver a la actividad aunque los recuerdos de las vacaciones se empeñan en permanecer: Londres, Cascais, Lisboa, la bella Sintra, que me recuerda el Rivendel dibujado por Alan Lee, y, para terminar, la visita inevitable a un pueblo de Badajoz, el mío, Llera, que siempre marca el fin de las vacaciones. Allí acudo al encuentro con la familia, la que sigue en Extremadura y la que emigró en los años 60, a Barcelona principalmente.
Este año hemos recordado los primos cómo vivimos aquella experiencia, siendo niños, desde ambos lados: El de los que nos quedamos en un pueblo desierto sin la mayor parte de la familia, sin amigos; y el de los que se encontraron en un lugar desconocido, desarraigados e intentando integrarse y salir adelante. Ha pasado mucho tiempo y sigue aquella sensación de que me habían quitado algo que sentía cuando volvía del internado y cada vez veía más casas cerradas, menos amigos, menos parientes, un pueblo cada vez más silencioso. Fue terrible el momento. Para los mayores tal vez más. Es el mismo desgarro que vivió toda Extremadura en aquellos años, una infamia por la que nunca ha pasado factura ni utilizado pese al obsceno victimismo de muchos representantes políticos de regiones privilegiadas que ha habido que soportar. A mi pueblo, al igual que ocurre en los del resto de la Comunidad, los que emigraron y sus hijos nacidos allí siguen volviendo año tras año. Son pocos los que han retornado definitivamente, algunos no lo han hecho porque han rehecho su vida en otra parte y su sitio es ya Barcelona, Bilbao, Alcoy...aunque vuelven a sus raíces porque sienten que no han dejado de ser extremeños; otros porque, aunque quisieran, no podrían volver porque sigue sin haber condiciones en Extremadura para un retorno masivo. Inciso: Parece ser que seguirá sin haberlas. Como dato sintomático hay que reflejar una de las razones del ministro de Fomento, José Blanco, al justificar la elección de proyectos de obra pública indultados en el último viraje del Gobierno atenuando el recorte: Se indultan los que afectan a más gente. Extremadura es de las pocas comunidades que no se han visto beneficiadas con esta ampliación y eso debe de ser porque hay poca gente. Así razonaba el ministro Solchaga cuando decía que no se debía hacer autovía la N-5 porque por Extremadura no pasaban coches. Afortunadamente perdió la posición de Solchaga y se hizo la autovía, se llenó de coches, se mejoró la comunicación con Portugal y trajo beneficios. Es decir, que el razonamiento correcto para planificar las inversiones en infraestructuras es el inverso al de Solchaga. Fin del inciso.
Regreso a Madrid, a Getafe, que es ahora mi pueblo, y me despido hasta el año próximo de mi familia que vuelve a Cataluña. Aunque no nacieron con barretina, también forman parte de Cataluña ahora como forman parte otros emigrantes llegados de otras partes de España y de otros países. En el mundo cada vez más interrelacionado en que habitamos, las identidades se van diluyendo y lo mejor que podemos hacer es intentar conservar lo bueno de nuestras tradiciones y relacionarnos como ciudadanos. Pienso que el sentimiento nacionalista en la sociedad civil es un mecanismo de defensa al constatar que se diluyen las diferencias. En la política, suele ser otra cosa: La utilización de ese sentimiento por las élites políticas para sus intereses. Cimentar sobre la identidad étnica o cultural un proyecto político no es una conducta racional. Si, además, esa identidad homogénea no existe, porque esa sociedad es heterogénea, estamos ante una falsedad, un ardid ideológico sin sustento real y hay que desenmascarar a quien la utiliza y denunciar el atentado a los derechos individuales que supone el intentar ahormarla de acuerdo al modelo identitario.
Casi sin darme cuenta, sin solución de continuidad, he pasado de hablar de las vacaciones a la política. Y es que ya está bien de vacaciones.
Fotografía: Angel Manuel Acedo García. Llera.